sábado, 14 de diciembre de 2013

La Boquilla

(Colocamos a continuación un genial, y real, escrito de un Director de Obra al Jefe de Obra en el que se filosofa sobre las características de una boquilla de hormigón. El escrito es muy conocido, éste lo hemos tomado de la web de carreteros)

Fecha:... 3/XII/96

Destinatario *******, S.A. y *******-******** (U.T.E.)

Sr Jefe de obra,

Carretera de ***** s/n 

USMC-12504

















ASUNTO: Boquilla de hormigón 

En visita a la obra de fecha 2-XII-1996 se tuvo el raro placer de observar una construcción en hormigón en el que el ejecutor, lejos de limitarse a un mero proceso mecánico de repetición de formas bien definidas y plasmadas en planos, susceptibles de quedar identificadas por sencillas expresiones geométricas, tuvo un rasgo de rebeldía espiritual y fue capaz de plasmar en tan fría materia su alma, su sentimiento, dando lugar a una creación no exenta de barroquismo y que conjuga una idea global cartesiana con un componente de aleatoriedad formal, casi atrabiliaria, y que da lugar a una expresión final que, a juicio de quien esto afirma, produce una obra maestra de un movimiento ecléctico, con elementos del más puro figurativismo entremezclados con unas sugerencias "naif" casi mironianas.

Esa opera prima, y probablemente también paradigmática, del nuevo movimiento, que quizá pudiera designarse hormoimpresionismo (realmente no produce menos impresión que el famoso cuadro "Impression, soleil levant") está implantada como boquilla de aguas arriba de la obra de fábrica 17, y su estudio exegético llevaría a poder escribir varios volúmenes de ensayo.

En efecto ¿qué decir de esos paramentos vistos de las aletas con coquerillas y agujeretes distribuidos con tanta gracia que, pese a no seguir una disposición espacial definida, tan agradables resultan a la vista? Podría quizá llamarse al hormigón así terminado un hormigón con textura "Gruyere" o "Emmenthal".

¿Cómo ponderar esas uniones de las aletas con el cuerpo de la obra en que se produce una angostura tal que reduce el diámetro del tubo en, quizá diez centímetros? ¡Qué revuelo de espuma, qué borbotones, qué vórtices pueden producirse cuando las aguas impetuosas pretendan entrar en ese conducto! El espectáculo, si no sobrecogedor por su magnitud, sí que puede dar lugar a un grato intimismo viendo cómo un curso que hasta la obra podía fluir placentero se ve impelido, por la fuerza del ser humano, a adoptar actitudes vigorosas, incluso estéticamente violentas, pero siempre dentro de los límites deseados por el artífice.

¿Quién podría certificar la donosura de esa suave curvatura en la base de la imposta? Imposta recia, cierto es, pero cuyo volumen queda atenuado por esa sensación de dejadez, casi de desmayo, que proporciona tan disciplente comba.

¿Acaso alguien osaría calificar de desacertada la textura resultante, en la trabazón entre aletas y cuerpo de la obra, del repicado de algunos sobrantes de hormigón, en tanto que en otros puntos, muy próximos, lo que queda es un hueco? El resultado es irregular, cierto es, ¿acaso es uniforme la naturaleza?, ¿no hay ondulaciones, como rizos de ninfas, ondinas y nereidas, en la superficie de los océanos, que incluso, procelosos, superan una mera permanente?

¿En cierto momento algún esteta consideraría desfavorable el efecto de tener las dos aletas de la boquilla diferente nivel? ¿No es una concreción material clara de los actuales y profundos estudios sobre el caos esos dos elementos que, contiguos, sin embargo uno termina a cota con el paramento superior de la imposta, en tanto que el otro lo hace en la inferior? ¿No es acaso una muestra de libertad de espíritu inherente a la humana condición?

¿Cómo mostrarse acres en el trato con quien, para evitar la atrofia de los procesos de decisión de los habitantes del entorno de la construcción, hace que la conducción para reposición de servicios bajo el terraplén esté orientada para terminar violentamente, en un testarazo dramático, contra la aleta de la obra, de modo que el agua que deberá fluir por las tuberías a introducir por ese conducto sufrirá fuertes convulsiones y tensiones internas que le recordarán a quién sirve, que el dominador de su curso no es sino el ser humano?

¿Afirmaría alguien, tras esta breve exégesis, que no nos hallamos ante un punto culminante del arte constructivo, en su estilo, parangonable sin menoscabo ni desdoro a un Partenón o a una Gioconda? 

No será el firmante quien tal haga.

Sin embargo, teniendo el tal firmante una mente poco dada a las aleatoriedades (sin duda por sus propias limitaciones), no termina de captar el encanto de esa obra maestra, y, cual los muslimes en Alejandría, rompe lo que no entra en sus esquemas ideológicos o estéticos, con lo cual, actuando como duro debelador del nuevo estilo artístico y, siendo consciente de que las generaciones futuras seguramente se mostrarán profundamente criticas con esta decisión, se ordena:

TIREN ESA BOQUILLA Y HÁGANLA BIEN

El Director de la obra,

Fdo.

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